EL SILENCIO DE LOS INOCENTES
Por Carlos Machado Publicado en Tribuna de Periodistas
Una de las más terribles violaciones a los derechos humanos es la que hoy en día ha proliferado tanto en el mundo que se ha convertido, uniendo violencia a intereses económicos, en el segundo “negocio” ilícito más rentable, ubicado entre el tráfico de drogas y el de armas: la explotación sexual de mujeres y niños. Cada año, 4.000.000 de mujeres, muchas de ellas niñas, son vendidas y compradas, y según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizado en 2002, a esa fecha 73 millones de niños y 150 millones de niñas menores de 18 años habían sido objeto de todo tipo de explotación y abuso sexual en el mundo. Solamente en la Unión Europea entran anualmente un millón de mujeres para ser prostituídas. Por su parte, el sudeste asiático es uno de los principales abastecedores y receptores de mujeres, niñas y niños objeto de explotación sexual, algo en lo que influyen también factores económicos, además de turísticos.
Por ejemplo, en esta última región es Tailandia, junto con Malasia, el principal receptor de esclavas sexuales de la zona del río Mekong, debido a que sus poblaciones cuentan con una mayor renta y a que las visitan miles de turistas cada año. Jóvenes de todas las edades, procedentes de Camboya, Vietnam, Laos, Myanmar (ex Birmania) e incluso China son vendidas en los burdeles, donde les esperan las peores de las vejaciones. Lo mejor que puede sucederles es que las autoridades –si las encuentran y si no forman parte de la cadena corrupta que las explota- las traten como indocumentadas, las detenga y las ingrese en centros de inmigrantes ilegales para ser repatriadas.
Vamos a uno de los “ejemplos”. Tailandia es llamada, entre sectores turísticos, “el país de las tres eses: sun, sand and sex” (sol, arena y sexo en inglés). Entre un 5 y un 12 por ciento de su PBI proviene del mercado de la prostitución, mientras se estima que alrededor de 300.000 menores –presa muy codiciada- son víctimas del turismo sexual. De hecho, se calcula en 20.000 la cantidad de pederastas que la visitan anualmente. Es en este país, en Filipinas y en Brasil donde se registra el 10 por ciento de todos los casos mundiales de explotación sexual comercial infantil, produciéndose también porcentajes importantes en México. Después del Tsunami muchos turistas sexuales habían cambiado de destino. A uno de ellos, de origen italiano, se le escuchó decir: “Ahora sólo nos queda Brasil”. Sin embargo, pasado el temor que generó ese desastre natural, todo ha vuelto a sus cauces habituales.
En Camboya y tras treinta años de guerras, las familias, la administración y el sistema judicial quedaron desestructurados, y es uno de los países del mundo con más altos índices de corrupción. Otra tierra fértil para la esclavitud sexual. Laos es el país más pobre –el 74 por ciento vive con menos de dos dólares al día- y menos poblado de la región, y sus mujeres son las que más carga de trabajo soportan y las más vulnerables ante estas nuevas formas de esclavitud. En Vietnam, la prostitución está prohibida por ley, sin embargo el virus del HIV ha cobrado un rápido incremento allí en los últimos años –aunque lejos aún del 80 por ciento que se registra entre las prostituidas en Camboya-, ya que la pobreza hace que muchas vietnamitas, por sí mismas o por la fuerza, crucen hacia Camboya y a otros países vecinos, donde caen sin remedio en los burdeles.
Viviendo en el terror
Las terribles experiencias por las que atraviesan los millones de mujeres y niñas esclavas sexuales pueden encontrarse ejemplarizadas en el libro “El silencio de la inocencia”, de la camboyana Somaly Mam, premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional, quien en su niñez fue violada, vendida a un burdel, torturada y prostituida. Tuvo la suerte de poder escapar de esa pesadilla y en 1997, junto a su esposo Pierre Legros, creó en Camboya la Asociación AFESIP (Acción para las Mujeres en Situación Precaria), una ONG que al poco tiempo comenzó a trabajar también en los demás países de la península de Indochina y que se dedica a rescatar a las mujeres explotadas sexualmente, asesorarlas sobre el SIDA, ayudarlas judicialmente y a retornar a sus países de origen, enseñarles oficios y procurarles empleo, entre otros aspectos.
Como se dijo, Somaly abrió la primera sede de AFESIP en Camboya en 1997, pero al año siguiente había recibido tantas amenazas de muerte que continuó trabajando desde Francia, donde reside habitualmente. Sin embargo, y aunque las amenazas continúan, Somaly vuelve a menudo a Camboya para coordinar la tarea allí y en los demás centros de los países vecinos.
Su libro, además de referirse a la labor de AFESIP, trata temas durísimos aunque necesarios, ya que ha logrado llevar un mensaje esperanzador y la asociación ha logrado salvar a miles de mujeres y niñas. Por ejemplo, señala que de los millones de esclavas sexuales que existen hoy en el mundo, la mayoría han sido vendidas de muy pequeñas, a los seis y siete e incluso a los cinco años. Relata que son violadas y prostituidas desde esa edad, además de ser sistemáticamente apaleadas y torturadas. No sólo por los proxenetas, sino también por los clientes. Una de las niñas citadas en el libro, Chan Ry, dice: “Los occidentales nos obligan a realizar todo tipo de actos, difíciles de soportar, y si no obedecemos nos queman con cigarrillos”.
Somaly cuenta que anteriormente las torturas –como las que ella misma sufrió- eran más burdas: meterles las manos en agua hirviendo, o atarlas y cubrirlas con escorpiones o con hormigas mordedoras. Pero ahora se han copiado los trucos sádicos de las películas baratas de violencia, y las chicas son sometidas a descargas eléctricas o se les clavan clavos en la cabeza. También las cosen en carne viva repetidas veces, para fingir virginidad. Peor aún, muchas de esas niñas están enfermas de SIDA, y aunque Somaly libera a todas las que puede, muchas mueren al poco tiempo.
En el libro aparece también la terrible historia de Sokhon, vendida a los ocho años a unos militares, violada y torturada. AFESIP pudo rescatarla a los diez años, pero entonces ya tenía tuberculosis y SIDA y sabía que le quedaba poco tiempo de vida. En un programa de la televisión francesa, Sokhon dijo, derrumbando a la audiencia: “¿Por qué yo?. ¿Por qué ahora que soy feliz por primera vez en mi vida tengo que morir?”. Sokhon falleció a los quince años. “Son vidas demasiado cortas para sufrir tanto”, dice la escritora española Rosa Montero al comentar el libro, agregando: “Es un libro muy triste, pero hay que leerlo porque hay que saberlo, porque no podemos permitir que semejante monstruosidad siga existiendo. Para que ellas puedan ser libres y felices. Y no morir”.
Horrores cercanos
Quien tuvo oportunidad de leer en los últimos días el diario cordobés “La Voz del Interior” se habrá encontrado con una sucesión de hechos aberrantes contra criaturas en pocos días. Una pareja joven, de 24 y 25 años, fue detenida acusada de la muerte de su pequeño hijo de tres años, quien sufrió hemorragias y presentaba traumatismos severos en pulmones, hígado y riñón, producto de una feroz golpiza.
La Justicia condenó a diez años de prisión a un hombre que golpeó ferozmente a su hijo de 17 años con un palo de escoba hasta quebrárselo en la espalda. El adolescente debió permanecer internado más de un mes.
Un militar en actividad fue detenido por agredir brutalmente a sus hijos de cuatro y cinco años y a su esposa en la ciudad cordobesa de La Calera. Y en este caso, la policía sorprendió al individuo en momentos en que golpeaba a uno de los niños.
Otro hombre fue detenido en el Hospital Infantil de Córdoba, acusado de violar a una niña de diez años allí internada. Había ido a visitarla “interesado en conocer su estado de salud”, dado que la chica tenía lesiones precisamente por haber sido abusada. Además el sujeto es conocido de la familia de la niña.
En la localidad de Corral de Bustos murió una nena de tres años, y la autopsia demostró que en los últimos tiempos había sido objeto de abuso sexual y permanentes golpizas. Fueron detenidos la madre, su pareja y un hermano de ésta, acusados de homicidio calificado. De acuerdo a los estudios forenses, en la madrugada en que la nena murió sus agresores, para poder accederla vaginalmente, la cortaron utilizando un cuchillo tipo “Tramontina”.
El colmo del horror se empareja con la conmoción que sufrió la localidad de Villa Nueva, cercana a Villa María, por la muerte de una nena de sólo cinco meses, víctima de un grave cuadro de desnutrición y, a la vez, de abusos sexuales con acceso carnal, según demostraron los estudios realizados. La nena vivía con otros tres hermanos de entre 18 meses y siete años de edad, y la policía arrestó a su madre y al padrastro.
Estos casos ocurridos en Córdoba no se reducen, por supuesto, sólo a ese ámbito. Son sólo un ejemplo de la violencia generalizada que sufren los niños en todas partes del mundo –trátese de golpizas familiares o de abuso sexual-, además de los ya expuestos sobre la trata de mujeres. Pequeñas víctimas que hoy son presas codiciadas por seres que no merecen llamarse “humanos”, depositarios de las bajezas y los instintos más aberrantes, además de aquellos que hacen su “negocio” con el secuestro, la venta y la explotación de menores.
Debemos seguir difundiendo, denunciando, proclamando todas estas atrocidades. Luchando con las pocas armas que tengamos contra estas mafias y los poderes que las amparan.
Como dice la española Rosa Montero. Debemos saber, para no permitir que estas monstruosidades sigan existiendo.
Carlos Machado
Extraido del periódico Tribuna de Periodistas .
Foto extraida del periodico El Mundo, sobre la explotación infantil en Camboya
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